domingo, 2 de diciembre de 2012

Una historia más que contar. Número 3.

Otro día más, otro día que olvidar.
Me siento en mi sitio, sin nadie al lado, como siempre. Nadie me dice buenos días, ni siquiera me dedica alguien una sonrisa. Mientras saco las cosas de mi mesa para empezar la primera clase puedo ver como chicos y chicas se saludan con dos besos o con abrazos. Una mano desconocida me baja el gorro que llevo y hace que me tape la cara, y se escucha como las cosas que habían en mi mesa caen ahora al suelo. Suspiro, noto como mi aliento se choca con la lana del gorro. 'Estás mucho mejor con la cara tapada, bicho.', dice una voz cercana a mí, probablemente quien a tirado mis cosas. Reprimo mis lágrimas, me muerdo el labio por debajo del gorro y me lo quito, intentando parecer más fuerte de lo que nunca llegaré a ser. Recojo mis cosas, y busco entre los pies de mis compañeros de clase los cuatro bolis que me faltan, uno verde, otro azul, otro rojo, y el último, el negro. De ese color lo veo todo, negro, como el carbón. Un pie con unas botas de tacón de aguja me empuja para que caiga, y por desgracia lo consigue, y ese precioso tacón me lo clava en el centro de mi mano derecha, lo cual provoca que me salga un moratón. Me levanto, con gotas de agua saladas a punto de caer de mis ojos, pero les impido la salida. El profesor llega, los alumnos se sientan en sus respectivos sitios, el hombre mayor les manda callar. Siempre he pensado que los profesores están ciegos. ¿Nunca han visto nada de lo que mis compañeros me han hecho durante todos estos años? Bueno, no pasa nada, pronto terminaré con esta tortura de una vez, yo solita, como siempre he hecho.
La hora del patio llega, pero no estoy dispuesta a que me vea nadie allí sola, así que me encierro en el lavabo, ya es rutina. Me siento en la tapa del váter y hundo mi cara en la bufanda que llevo puesta. Y de vuelta a la clase, entre empujones, pero hay algo que no puede faltar. Un chico de ojos verdes me hace la zancadilla y caigo dando vueltas por las escaleras. Noto como mi labio inferior se empieza a hinchar. Las dos siguientes clases pasan, con algunos insultos como torpe, idiota, fea, gorda, rara, asquerosa. Pero, ¿qué más da? Pronto le pondré fin.
Salgo la primera de todo el instituto y echo a correr. En diez minutos llegaré a casa y todo acabará, hoy es el día, mañana será todo muy diferente.
En un semáforo un coche casi me atropella, estaba a cinco segundos de haberme hecho mi trabajo más fácil, pero no, mi vida nunca hará que nada me sea fácil.
Subo los ocho pisos que me separan del suelo, ya que en este dichoso edificio no hay ascensor.
Llego a mi casa, solitaria, solo se escuchan las agujas de los relojes de la casa. Nadie estaba allí, nadie me estaba esperando con los brazos abiertos.
Tiro mi mochila  y cojo un papel y con mi penosa caligrafía escribo un 'Lo siento, no aguantaba más. Gracias por hacerme entender que vivir no era mi elección, sino la vuestra. Gracias por estos catorce años de tortura'.
Abro la puerta del balcón, me subo a la barandilla y me dispongo a saltar.
Adiós.


HAZ CLICK AQUÍ PARA LEER 'UNA HISTORIA MÁS QUE CONTAR. NÚMERO 1.'

HAZ CLICK AQUÍ PARA LEER 'UNA HISTORIA MÁS QUE CONTAR. NÚMERO 2.'

No hay comentarios:

Publicar un comentario